A todos los anticapitalistas, autónomos y libertarios
A los medios de comunicación contra el poder
A los explotados y oprimidos
Las movilizaciones en protesta del terrorismo de estado ejercido en contra de los estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, que en un principio abogaban esencialmente por la aparición con vida de los normalistas desaparecidos, fueron poco a poco presentando reivindicaciones más contundentes y de un alcance político más amplio. Así, pronto el reclamo dejó de centrarse sólo en la denuncia del desbordamiento de las instituciones estatales por el crimen organizado, la corrupción de los funcionarios de gobierno en todos los niveles y la supuesta inacción del gobierno federal antes estos hechos.
En efecto, algunos sectores, colectivos e individuos participantes en estas protestas, tienen claro que el ataque en contra de los normalistas no representa un caso específico de corrupción, ni mucho menos un caso aislado, sino que forma parte de un ejercicio de represión estatal sistematizado que incluye el hostigamiento policial, la difamación, la cárcel, la desaparición y el asesinato, aplicado en todos los niveles de gobierno en contra de las luchas que abogan por la total destrucción de las relaciones de dominación propias del estado capitalista.
De tal forma, son los sectores más consecuentes los que han enarbolado reivindicaciones de mayor alcance político, en contra de todas las instituciones estatales y en favor del desenvolvimiento de prácticas autónomas anticapitalistas; emprendiendo acciones de acuerdo con estos objetivos. Ante tal actividad consciente, el Estado, temeroso de que en las movilizaciones se desborde el reclamo ciudadanista que apela al respeto de las leyes —lo que en última instancia implica el reforzamiento del orden social establecido: el de una sociedad dividida en clases en la que unos mandan y otros obedecen— ha optado por la agudización de la represión.
Después de la permisividad inicial hacia las protestas en las fechas inmediatas a los hechos en Iguala, que apuntaba en realidad, por un lado, a dar la apariencia de un Estado tolerante y preocupado por hacer justicia y, por el otro, al desgaste de las movilizaciones; desde el poder se ha anunciado que en caso de ser necesario, se hará uso de la fuerza para mantener el orden público.
La represión se legitima a partir de las campañas de linchamiento mediático de ciertas prácticas de lucha, que surgen espontáneamente en las movilizaciones (sabotaje, autodefensa, etc.), y que tendenciosamente los medios del poder atribuyen a grupos anarquistas, con el objetivo de crear un enemigo interno, creando un atmosfera de desconfianza y de miedo entre los sectores movilizados. Así, los medios de comunicación del poder, tanto los que se reclaman de izquierda como los de derecha, se han dedicado a señalar la existencia de grupos “violentos” y “ajenos” al “movimiento por Ayotzinapa” que enarbolan como pacifico, que se dedican a desestabilizar las movilizaciones. Incluso se les ha señalado de “infiltrados” y “provocadores” al servicio de la represión. Señalamos que ninguna manifestación masiva está exenta de “infiltración”, sin embargo, podemos observar como últimamente, ciertos sectores movilizados asumen la necesidad de radicalizar la lucha (en forma y contenido), jóvenes, mujeres, personas comunes llenas de rabia ante un mundo que no ofrece nada. Estas difamaciones de “infiltración”, pretenden ocultar que la verdadera violencia es la violencia estructural sistémica, que condena a las vastas mayorías a la insatisfacción de las más elementales necesidades humanas; además de confundir la violencia con el legítimo derecho a la autodefensa por parte de los explotados y, también, pretenden equiparar el contenido de la violencia del Estado con el de la violencia revolucionaria.
Es en este marco que tienen lugar el reciente ataque armado, el intento de desalojo y la serie de señalamientos y difamaciones en contra de la Okupa Che Guevara aparecidas en diversos periódicos de circulación nacional―acciones todas respaldadas y pactadas con el rector de la UNAM, José Narro Robles―, en las que se califica el espacio como una guarida de vándalos que sólo buscan su beneficio personal y en la que se fabrican bombas molotov y se ejerce el narcomenudeo: el mismo cuento de siempre. Lejos de ello, la Okupa Che Guevara es un espacio autónomo de trabajo autogestivo, ajeno a cualquier partido político, en el que se realizan diversas actividades políticas y culturales, con el fin de generar relaciones sociales horizontales encaminadas a la construcción de una autonomía plena, colectiva e individual, es decir una autonomía anticapitalista. Todo esto respaldado por más de una década de okupación, en la que infinidad de individuos y colectivos de diversas tendencias políticas han trabajado en el espacio, y no solamente los anarquistas, como pretende hacer creer el Estado. Así, el espacio se ha caracterizado por su pluralidad, siendo las prácticas jerárquicas las que se rechazan, junto con la de los falsos críticos de lo existente, el conjunto de grupos de la izquierda del capital.
Desde el poder se pretende dirigir la atención hacia la forma de las manifestaciones en lugar del contenido de las mismas, y se busca asegurar a toda costa la paz social, que no es sino la paz de la sociedad dividida en clases. La burguesía en su totalidad han decidido cerrar filas ante un posible desbordamiento del cauce democrático en el que esperan que se desarrollen las movilizaciones, tal y como lo demuestran las declaraciones de Enrique Peña Nieto, Miguel Ángel Mancera y hasta del titular de la Secretaría de Marina-Armada de México, Vidal Francisco Soberón. Con una parte de la opinión pública manipulada, pretenden hacernos creer que la represión es en contra de los elementos “violentos” que “atentan” contra la ciudadanía; cuando en realidad se trata de erradicar cualquier rastro de rebeldía que cuestione el orden capitalista.
Por último, no queda sino señalar que es el Estado capitalista el que atenta contra la humanidad, al sobreponer las necesidades de la reproducción y acumulación de capital sobre las necesidades humanas y condenarla así a la miseria; y que las fuerzas represivas, en todos sus niveles, no precisan de provocadores para desatar la represión, ya que esa es precisamente su tarea. A los oprimidos y explotados les corresponde hacer frente a esta escalada represiva, de manera organizada y haciendo uso de la acción consciente y autónoma encaminada a la total destrucción del estado y el capitalismo, y a la construcción de otro mundo más justo.
¡SOLIDARIDAD CON LA OKUPA-CHE!
¡A DETENER EL HOSTIGAMIENTO DEL ESTADO CONTRA LXS COMPAS SEÑALADXS!
¡SOLIDARIDAD CON LXS PRESXS Y PROCESADXS POR EL ESTADO MEXICANO!
Ciudad de México, noviembre de 2014
Individuos y colectivos anarquistas, autónomos y anticapitalistas