jueves, 4 de septiembre de 2014
Casa de todas y todos
CASA DE TODAS Y TODOS
Septiembre de 2014,
¡Compañero Mario, presente!
Como Revolucionario, un Hombre Histórico por excelencia
En Septiembre, recordamos al compañero Mario. Es mejor evocarlo con algunos de sus muchos escritos que nos dejó, no sólo para “leerlos”, sino para seguir sus huellas.
Así escribió en memoria de algunos compañeros:
El recuerdo de compañeros que han entregado su vida por la liberación de nuestro pueblo en combate frente al enemigo de clase, no por reiterado es mecánico o rutinario; pues habiendo hechos sustantivos en la historia de los pueblos, la presencia de nuestros inolvidables Salvador, Manolo, Soledad, Gabriel, María Luisa, Aurora, Gonzalo, Alfredo y Anita simbolizan para nuestras FLN la decisión, como la tuvieron ellos, de Vivir por la Patria o Morir por la Libertad.
En la lucha de clases, la derrota y la victoria son alternativas. Lo importante para los revolucionarios y su obligación permanente, es convertir las derrotas tácticas en repliegue organizado y en victoria política: la burguesía y sus órganos represivos llegaron al sadismo de desaparecer los cuerpos yertos de nuestros compañeros, pero no lograron, ni lograrán, arrancarlos de la memoria de quienes estamos comprometidos, gracias a su ejemplo, a continuar su obra trunca.
Nuestro inolvidable compañero Mario, “Mario Buró”, escogió el ser maestro como profesión primera y última. Hoy rememoramos a Mario siempre enseñando, con sus errores y con sus aciertos, hasta con su muerte. En él se notaba la influencia de nuestros compañeros fundadores que se empeñaron en la formación de cuadros políticos.
Pero el mayor temor que nos acosa es que no se comprenda que todas esas cualidades solo pueden ser resultado de un largo proceso de militancia cotidiana; que si ellos llegaron a ser magníficos militantes fue porque vivieron cada momento de su actuación revolucionaria, superando constantemente los errores generados por la formación anterior a su militancia. Nos preocupa también que se tome la memoria de nuestros mártires como simple efeméride o como simple recuento anecdótico de sus vidas. Así como “Marx no nació marxista” es una certera frase para señalar la evolución política de los hombres; de la misma manera podemos indicar, sin faltar a su memoria, que nuestros compañeros caídos, no nacieron forjados como revolucionarios; que el mayor mérito de sus vidas, que es lo que nosotros queremos resaltar, es el haber vencido paulatinamente los errores y deformaciones que inyecta desde la cuna la sociedad burguesa, y que lo hicieron de una manera cotidiana por medio de la crítica y la autocrítica en un proceso que comienza desde el momento en que la organización tuvo confianza en la discreción, la honestidad y la disposición política de sus candidatos para invitarlos a participar en la lucha, hasta el momento en que por un elevado proceso de conciencia fueron capaces de ser consecuentes, entregando su vida, con la línea política de las FLN. Esta es una de las lecciones fundamentales de la herencia política de compañeros como Gabriel: la demostración de que en cada militante urbano hay siempre un enorme potencial humano propenso a transformarse en un militante revolucionario profesional.
De una forma profundamente modesta y sencilla dirigió nuestros trabajos en varias ciudades. Fue un responsable muy valioso, con gran disciplina para el estudio. Viajero incansable que recorrió miles de kilómetros de nuestro país para cumplir las comisiones que se le encomendaron, entre muchas, aprender mecánica y hacer botas para la montaña. Se casó con Ruth y ambos formaron una pareja de revolucionarios, en toda la extensión de la palabra.
Mario fue uno de los compañeros creadores de nuestro periódico interno Napantla en 1979. No sólo alimentó las publicaciones con sus ideas sino también con su trabajo como diseñador e impresor, desde las fotocopias, esténciles de cera, mimeógrafo manual, esténciles electrónicos, hasta la serigrafía para las portadas, etc…. . La editorial del número 30 de Nepantla señala:
La evocación de los compañeros que van cayendo en la lucha es, sin duda, penosa. Quien la realiza se queda con la sensación de que muchas cosas importantes quedaron sin decirse; quien la escucha piensa, a veces, que debido a una especie de sectarismo, los militantes profesionales embalsamos la imagen de nuestros compañeros destacando sus méritos, y ocultando sus defectos; y en ambos se percibe la incomodidad de quienes cumplen por compromiso un ritual solemne y triste. Esto es un riesgo. Pero hay otro modo de recordar a nuestros camaradas: con un sentido histórico. No porque hayan aspirado a la gloria que tal vez engrandezca su nombre algún día, sino porque el revolucionario es el hombre histórico por excelencia.
Primero, porque estudia la historia, -sobre todo la de su pueblo- buscando en ella claves para comprender la realidad social; después, porque recoge los anhelos de cambio de las masas y los organiza en una estrategia; y porque ocupa su lugar en el ejército de los explotados para hacer la revolución, que es hacer la historia.
Pero más que nada, por cierto sentido de continuidad, por la conciencia de tener raíces y la responsabilidad de hacer fructificar un esfuerzo colectivo, pues al rebelde social no le cuadra el papel de genio solitario: dando su vida el militante da vida a la organización. Y ésta no lo deja morir del todo: recoge sus aportaciones individuales, aquellas que nos permiten seguir adelante, pues los compañeros somos, ante todo, compañeros de lucha, de una lucha que apenas se inicia.
Mario insistía siempre en la importancia de estudiar la historia de nuestro país, de recuperar la tradición de lucha de nuestro pueblo y de transmitirla a los trabajadores. Además nos conminaba a tener absoluta comprensión política de lo que es la práctica y la teoría revolucionaria. El preparaba clases, cursos y documentos, siempre inflexible pero convincente, y al momento de enseñar nunca usó la argumentación estéril sino el ejemplo. Tomaba café “hasta la taquicardia” –decía un compañero- y cantaba muy bien, era experto en boleros románticos. En los viajes tarareaba junto con Lucha diferentes tangos. Con mucho gusto para la intendencia, preparaba el arroz y las albóndigas, uno de sus platillos preferidos, y cocinaba pasteles económicos (pues el presupuesto era magro) fueron varias de sus enseñanzas.
De él existen muchas contribuciones al acervo de publicaciones de nuestra organización:
Varios artículos de nuestro periódico interno Nepantla: La educación parte I y parte II, Sobre la división del trabajo intelectual y físico que realiza el capitalismo, Nada es gratuito en la historia, Tesis Políticas, y recordatorios de varios compañeros al lado de quienes vivió y que entregaron su vida por nuestra organización.
Con su muerte Mario nos deja como lección última, el ejemplo real de revolucionario internacionalista.
Grupo Editorial de la Casa de todas y todos